Algunas empresas hacen evidentes sus políticas de empleo racistas porque no tienen empleados de determinados orígenes. Pueden maltratar a determinados grupos de trabajadores o ascender sólo a personas de determinados orígenes.
Sin embargo, que una empresa contrate y promocione a personas de todas las culturas y razas no significa que las trate a todas por igual. En las empresas que emplean a personas de diversos orígenes étnicos, aunque el racismo puede ser más sutil, a menudo sigue estando presente.
El colorismo es una de las muchas formas en que el racismo puede seguir manifestándose en empresas aparentemente aceptables.
Juzgar a alguien por el color de su piel no significa sólo contratarle o no por su etnia. También puede significar darles un valor diferente por ajustarse a los cánones de belleza eurocéntricos. El colorismo implica que la gente trate los de piel más clara y determinados peinados o rasgos mejor que los de piel más oscura y rasgos asociados a determinados grupos raciales.
Cuando el colorismo institucional afecta a un lugar de trabajo, los trabajadores de piel más clara y los que tienen rasgos más genéricos o europeos recibirán más oportunidades, mejores turnos y un mejor trato general por parte de la dirección. El colorismo también puede darse entre compañeros de trabajo aunque no haya racismo sistémico por parte de la dirección.
Las empresas deben asegurarse de que sus empleados se tratan con dignidad y respeto y de que características protegidas como la raza no influyen en las oportunidades profesionales de nadie. Si cree que su tono de piel u otras características afectan a su trabajo o al trato que le dispensan sus compañeros, el colorismo podría ser el culpable. Reconocer las distintas formas de discriminación racial que se dan en la lugar de trabajo moderno puede ayudarle a protegerse de los malos tratos por motivos raciales.